lunes, 15 de junio de 2009

Armoire

Nunca se supo más de él.




Yo tenía un armario, como casi todo el mundo de esta parte del globo, de esos con cajones, una barra, perchas, vamos, un armario mediocre. Estaba siempre vacío, por tener no tenía ni polillas, las pobres hubiesen muerto de inanición. Semejante trasto, decían mis padres.




Una vez fue de joven enamorado, de Verona creo recordar que era, otra de soldado Israelí, otra vez de dramaturgo y poeta, uno importante, por lo visto. Y así hasta contar más de dos decenas. Mi armario, ese que no soy capaz de encontrar, guardaba cientos de apariencias, una para cada necesidad que yo tenía, una para cada vez que yo dejaba de ser yo y empezaba a ser otro.


2 comentarios:

  1. Ese armario vacío núnca estuvo tan lleno como cuando tú lo tenías. Y sigue ahí, en el mismo sitio, esperando volver a ser llenado de cientos de apariencias y deseando que no hayas perdido la llave que lo abre..
    Una balda de ese armario aún guarda cosas mías.

    ResponderEliminar
  2. Las apariencias no llenan, barnizan algún que otro estado... Lo importante es aquello que se guarda dentro... las apariencias pueden ser dolorosas y demasiado efímeras...

    El armario es un símbolo y un síndrome estático... en una habitación es el ser que más desapercibido pasa, pero el que mejor puede esconder aquello que no queramos que salga a la luz.

    Desde este momento, soy fan de este blog. Un abrazo.

    ResponderEliminar