lunes, 14 de mayo de 2012

Un mallot roto

Removido, re removido, requetemovido hasta vomitar aquí.




Javier salta sobre Silma, o Treplev sobre Nina, y no al contrario. Carreras en las medias de Toni que se arrastra sobre el suelo, se arrastra sobre Javier, se arrastra ante Boris, Irina, calca el rubio y las orquillas rojas se deslizan sobre el pelo acrílico. La tuerta ve en perspectiva y un ojo ciego sincera la evidencia de lo roto. Un lago de unos pocos litros inunda el dolor hasta casi convertirlo en algo dulce, y uno se ríe de los acertijos imposibles de Chejov... imposibles de calzar en una lucha contra el paso del tiempo. Una super8 apunta desafiante. Te hago daño con mi dolor, o con mi amor o con lo que sea. Luces rojas de feria. Max busca en cada contacto un sentir sin pudor aparente. No aguanto ese maldito sondo, tic tac, TIC TAC, ¡PUM! Un cristal se rompe. Y una tiza que se desmigaja en la silueta de una gaviota muerta... eterna, resistente al tiempo.




Una vez me dijo Claudio que era la excelencia de todo director.




LA GAVIOTA, esta vez por Rubén.




Detalles, trocitos de algunas cosas que se guardan en la memoria o en algún otro sitio del cuerpo.
Han pasado horas... y no me la quito de la cabeza. No me la quito ni ganas que me entran.












martes, 17 de enero de 2012

SOSO sostenido

Míranos, acabamos de entrar en el año 2065. Me acuerdo de algunas cosas:




Siempre negaré que nos conocimos a los 14 años, porque sé de sobra que el mismo 24 de Mayo de 1984 fue cuando eso pasó, pero bueno, esta vez haré un tregua... partamos de esos 14 años. Entre pitos, flautas, camisetas de la selección española y muchas horas de eliminar del campo de visión a los profesores acabamos creando a Mayumi Kimura, contactand
o con el más allá en los recreos, ávidos de arte (aún me duele el mosqueo que me pillé por querer ser "el guapo" de Bajarse al Moro a toda costa) y onanistas en pleno uso de un don a esas edades poco reconocido: LIBERTAD. Juntos subimos, no al techo del mundo, pero sí a terrazas naturales con impresionantes vistas, el nacimiento de, por mi parte al 100%, un concepto: siempre dormiríamos juntos. Y así venían, uno tras otro, los momentos, las personas, una vida a compartir: escapadas, rondas de reconocimiento en zonas de fiesta, noches veraniegas, busquedas de el mejor disfraz. Me costaba entender el porqué de u
n alejamiento poco perceptible en ciertas situaciones, pero con el tiempo aprendí a identificarlo, forma parte de esto, para mi, hombre de gran ego, hay momentos especialmente reservados. Una pluma empezaba a dibujarse en el costado. El teatro, otra vez, vuelta a los orígenes, una pasión compartida es chocolate gratis para siempre, y así nos cruzamos, con aquellas locas de cables cruzados, aquellos payasos cruzando historietas y pers
onajes amarillos de la tele. Cruzamos, y juntos. No sobran en esta historia faltas de respiración, huídas emocionales ni pérdidas que dejan un odioso evento a recordar en el timeline, pero haberlas la hay. Mierda, nos hacemos mayores. ya no manejamos los mismos conceptos, ¿qué coño es un briefing? Da igual, por cómo me lo cuentas podría ser el pestiño más sosainas del universo, yo veo ganas. Pulso el botón de subida, las puertas se abren y ahí está, generación lowcost. Puede que me hayan enseñado durante estos años a saber manejar mis herramientas sensoriales, mis emociones, canalizarlas y llenar de verdad cosas que ni por asomo me pasarían, pero soy absolutamente incapaz de hablar sobre esto sin sentir pudor, la cosa es, para de alguna manera simplificar lo verdadero, que sólo puedo darte las gracias por hacerme sentir orgullo. Sin darnos cuenta llegamos a todo lo que puedo contar de
la historia, de lo que viene después no me acuerdo, no sé... si te lo contase parecería más algo inventado que un recuerdo.




Y aquí estamos de chachara, para variar. Lo que aún no sé es si estoy hablando para mi o eres tú quien imagina esta conversación, porque quizá estoy yo sólo, o tú, o ninguno... pero me apetece pensar que estamos los dos. ¿Vamos a dar una vuelta?










jueves, 23 de septiembre de 2010

Ya en el título tengo MIEDO de leer lo que voy a escribir.




El sol aún se pone tarde, anochece ya casi con el cansancio del día, cosa que no hace más que significar que aún son raras vacaciones las que me rodean. Tiene de rareza el simple hecho de que volví al trabajo recién terminado Julio. Me veo con esa absurda (y a veces válida) impresión de que con la vuelta a la verdadera ocupación acabaré con este trocito de cerebro enredado, casquería encefálica que parece estar cubriendo todas y cada uno de mis noches.
Sube y baja la curva de mi pecho, retorcido en mí mismo sobre el colchón, abrazo a mi amor y le despierto. El mundo, la vida, TODO se me hace tan grande que el botón del autocontrol salta del cuadro de mandos dejando paso a una maraña de cables chisporroteando.
Me da miedo morirme.
Toda mi realidad modificada por yo que sé qué. Una seguridad de la que ni siquiera alardeaba gracias a lo acostumbrado que estaba a ella ahora me deja migajas en un cajón oscuro y hondo con la luz apagada.
El raciocinio, como si a otro perteneciese, intenta convencerme de lo fácil que es todo, pero la parte podrida dice todo esto que no puedo evitar que me haga daño: "¿Para qué hacerlo, si al final no va a servir para nada?" aplicándolo desde lo más infimo de mi existencia hasta los objetivos esperados para los que más trabajo.
Quizá escribo como autoterapia, esperando encontrar en el vómito literario el desahogo.





Pero vale ya... me da MIEDO que esto se haga más grande.
Me voy a la cama... estoy empezando a identificar este acto de irme a dormir con todo lo que acabo de decir.

miércoles, 28 de abril de 2010


Esto es, cuanto menos, más.




Tras un paso otro que se resbala rebuscando la pisada certera que aproxime el resto del cuerpo, alma y universo hacia un aliento nacido de otra realidad. Comienza con eso mismo, caminando, tomando como meta la celda de carne, mi celda, la que me acompaña día a día, mi compañera de piso, la que me frota la espalda y se ríe de mi oscureciéndome los ojos como un mapache cuando más que acariciar sin prisa a Morfeo hago cruising con él... y de ahí todo es modificarse. El proceso a veces es largo, a menudo demasiado, se llega a enquistar. Hay días que se antoja una pompa de jabón, sean cuales sean las ganas, delicadeza, cuidado o avaricia, si se intenta alcanzar no se hará más que adelantar un proceso que termina con toda ilusión. Se da (sólo a veces) un estado de convivencia múltiple, una raro apartamento con dos puertas de entrada desde las cuales se miran dos individuos (persona y personaje) que portan un juego de llaves cada uno, dueños ambos de las mismas. Quizá sea la etapa del intercambio, como en tantas películas de ciencia ficción en las que un artilugio milagroso entrecruza cuerpo y mente. Quizá el personaje siempre está ahí, en algún lugar, esperando el intercambio, quizá cuando este se da es la persona quien viaja a ese lugar, y el personaje, ávido de vida, toma por un tiempo tierra firme y disfruta de la mortalidad propia de alguien caduco y perecedero. Son 3 los factores que influyen pues: la persona, el personaje y el actor, este último como nexo de intercambio. El actor sería la estancia con dos puertas, el verdadero maestro, el que incita a la persona a la transformación y pone al personaje al servicio de ella.




Y así, desde algo tan básico como aprender a caminar se aprende a interpretar, siendo prácticamente un científico del cambio, de la modificación.



sábado, 9 de enero de 2010

Volumen 2.2.




Nada más terminar la primera parte de este volumen me he criticado, me he juzgado, y he acabado por decidir que ahí lo dejaré, en stand by.
Lo retomaré, si, pero cuando sepa cómo, cuando vuelva a encontrar la puta forma de escribir que parece habérseme olvidado por completo.

viernes, 8 de enero de 2010

Volumen 2:




Trasnochado ya el 2009, y pasada ya casi la mitad del cuarto de siglo. Los espacios se han agrandado de manera kilométrica, es como dormir con el tic-tac de un reloj, sabes que cuando forme parte de ti lo aceptarás y dormirás... aún no me acostumbro a pegar ojo.
El armario, harto ya de oler a naftalina, lo he dejado cerca de los contenedores (un viernes, por supuesto, que es cuando se hace la recogida), así que me han regalado un vestidor que ahora estoy llenando casi al día.
Los caracoles (por hacer comparativas de algo baboso conmigo mismo) se secan al sol al perder sus caparazones. Yo nunca he visto uno echar a correr, pero seguro que lo hacen cuando descubren la existencia de otro posible hogar ante la presencia del voraz tiempo, y contra reloj no parece habernos salido mal la carrera.




Y como el tiempo no es elástico, o lo que no son elásticos son los horarios, fin de la primera parte del Volumen 2.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Es que no sé..


Antonio no sabe dejar de vivir de noche.
No tiene ni idea de hablar cuando se le dice y callarse cuando mejor le vendría.
No es capaz de mirar sin más, sin inmiscuirse y preguntar aunque se trate de preguntas incómodas.
Decirte lo que te conviene y lo que no... no hay manera de que se calle y no lo diga, no sabe hacerlo.
Es incapaz, porque no tiene ni puñetera idea, de aceptar sin más una crítica, tiene que razonarlo, y mientras lo hace, negarlo.
Antonio no sabe pasar desapercibido, pero tampoco va a dejar que tú lo hagas, por sus huevos vas a tomar parte en algún momento.




Antonio no sabe hacer, decir, contar ni aprender millones de historias, pero de la suya (por lo menos lo que él cree) parece que algo sabe.