lunes, 25 de mayo de 2009

4º D... siglo


Joder, otra vez se me agrieta el cráneo... mi cerebro supura a borbotones magma gris... y yo con cara de jota. Odio esta parte, si, esa puta parte de replanteamientos: ¿qué estoy haciendo?, ¿malgasto mi tiempo?, ¿el universo va a replegarse sobre sí mismo si digo "sigue", "te quiero", "vámonos de vacaciones" o "tienes cambio de 50"?




La sala llena de materia gris al más puro estilo Indiana Jones atrapado en arenas movedizas... y yo con cara de ka. Nunca una situación graciosa ha superado humorísticamente a una lamentable, que posee todo lo necesario para tener ese apelativo: absurdez, individo desprotegido y, sobretodo, verdad.




¿Lo acabo de hacer?, ¿realmente he convertido una miseria en carne de chiste?... ME FELICITO.




Volvemos, like a flashback, al engorroso mundo de la zafadura: optando ya por permanecer en el fondo de un entorno inundado por nombres, frases dichas y frases oídas, decepcionantes momentos de la humanidad (desde el volumen 1 hasta el 25), llegadas al instituto siempe tras el recreo... y yo con cara ya de uve doble.




El oído, descuidando la atención que toda la consciencia ha depositado en este singular naufrágio, ha dejado una hoquedad suficiente para que un sonido acertado, tras los ventanales, se cuele: los gorjeos de Duna. Todos los sentidos, agolpados a las puertas de la atención, atraviesan el umbral.




Ni rastro de cicatrices en frente y sienes, de líquido en los pulmones y paredes vendidas a la humedad, es como si tuviese una bicicleta clavada, como en El Viaje de Chihiro, y alguien la hubiese sacado de su incómdo lugar.




Y poco a poco los habitantes de sus propios universos se sientan a mi lado para ayudarme a despedirme, sin perder la cabeza demasiado, del casi cuarto de siglo, y dar la bienveida a verdadero número: 25.